Camine seis cuadras para llegar, la calle lucía como siempre, triste, lamentable, aburrida... Pero con luz, el color propio de un amanecer.
Al acercarme, pude oler a todos los tiraderos de libros, mar de letras y palabras que encallan en la playa de los ojos.
Ahí hay, arena de viajes, desde Egipto a Australia. Vientos de aventura, de Londres al Antártico. Olas y mares desde Mazatlan hasta Ginebra... Hay geografías en las manos. Y naufragios en la memoria.
Adónde volteas existen pretextos... Para hundirse en las letras y en el olor a lignina que envuelve las noches, los días, secos y lluviosos, cada vez hay más islas lejanas algunas con invitaciones que nunca tomarás y otras oscurecidas y crecidas por la bajamar.
Puedo escuchar las voces gritándome desde los anaqueles, amontonaderos viles, que me gritan sus contenidos y sus condiciones. Ignoro lo demás. El pasado regresa como experiencia, el futuro está impreso en las portadas de los que llegarán a mi librero.
Así son las expediciones. Las aventuras editoriales, las pruebas que nos pone el universo frente a nuestro rostro solo para elegir... Que leer ahora.
Siempre hay vidas prestadas que podemos usar ...
Cómo la del pirata cojo.
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