Ayer decidí salir a pasear y me encontré, a mí vuelta, mi tumba ocupada. Con uno de mis huesos moví con desagrado la removí la tierra y ahí estaba, mi propio cadáver. Lo mire tan pobre y tan seco, con huecos en las otroras órbitas y con poco cabello creciendo desordenado de mi cráneo. Lo acaricie con vehemencia... Un hombre del dios de barba me miró entre las neblinas de la noche. Y entonces. Cayó muerto en el acto. Terrible imagen de un fantasma acariciando su propio cuerpo suficiente para enviarlo al otro mundo a los pocos minutos éramos dos los espíritus errantes.
Yo acariciando mi cadáver y el llorando sobre el suyo.
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