2025/02/12

Los fantasmas también mueren

Los fantasmas, piezas del pasado que deambulan por el presente con la finalidad de recordar lo que fue. Muchos son los fantasmas famosos. Cada ciudad, país y continente tiene a los propios espectros y de hecho cada persona tiene los propios. 

Son cosas que dejamos atrás, personas, ideas o proyectos; otras son lo que nunca fue, o culpas y secretos. Los fantasmas también caducan, solo se marchan dejan de doler, dejan se escucharse y de asustar. Se secan, ya no rechinan y camina por la noches, ya no se sientan en tu cama y no susurran a tu oído y su ectoplasma se convierte en semen seco. Y se arranca como pegamento entre los dedos. Dejando una estela blanca de pasado y recuerdos. Son cenizas de cigarro que no toca el piso, que se desintegra al aire mientras cae. 

A veces dejan algunas marcas sobre tu piel o sobre el colchón, algunas gritan en las puertas o en el corazón. Tablas flojas de los pisos que se quejaran cuando las pisas pero no serán los fantasmas, serán las secuelas. Todo lo que estuvo vivo, lo que se disfruto y lo que existió las deja, hereda fantasmas que después de su luto se marchan y adquieren la habilidad de ser invocados. 

Si lo haces correctamente, podrás llamarlos cuando quieras, en las noches o durante una tormenta pero ya no asustaran. Solo será imágenes bellas y concretas de cosas que pasaron frente a tus ojos, en tu piel y en las manos que volverán a ti y después se marcharan para perderse en los lugares donde van las cosas que dejaron de ser. Dónde se apilan las memorias que no se recuerdan y donde viven los años vividos. 

Amén a mis fantasmas muertos, los que se secaron detrás de la puerta para asustarme, los que se quebraron con mis gritos de felicidad y los que se disolvieron en el café de la mañana. Los que simplemente desaparecieron con la luz del sol. A los que tenían gafas, a los que tenían oropel, los de miradas tristes y los de narices grandes, a los que tuvieron la desgracia de andar por caminos vacios y se abandonaron en el asiento delantero de un coche o los que se fueron sin azotar la puerta, los que saltaron del último risco del mundo, a los estériles y a los que solo se apartaron del camino. 

Cuando se van nos dejan solo más ausencia, y eco. Y un frío en los huesos pero se vive. Ese frío que mata pero que apresura a vivir. 

Aunque aún existan algunos escondidos por ahí, esos los dejaré para que mi casa no esté vacía. Siempre necesitamos algo debajo de la cama. Para no sentirnos muy seguros ni confiados. 

No puedes perder algo que nunca fue. 

No puedes extrañar lo que no fue.

No puedes depender de lo que ya murió. 



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